viernes, agosto 03, 2007

I AMO LA ARGOLLA

Bravo por la unánime ola de protesta que ha producido la brutísima censura oficial al amigo Piero Quijano, dibujante inimitable cuya obra ha acompañado a esta humilde columnita por 12 años. Sus libérrimos pinceles han opinado siempre sin miedo a discrepar del artículo que ilustran, con un brillo que iguala en tamaño a los bobos pretextos en que se escuda esta gente que no hubiera titubeado un segundo en descolgar también el Guernica de Picasso porque "lesiona el honor de las Fuerzas Armadas".

Pero la mordaza y la discriminación no son sino dos lados del gran poliedro de la intolerancia. No son dos ni tres los que en este país siguen creyendo que hay que prohibir lo que no les gusta y tirarle la puerta en la cara al que les apesta. Y nada expresa mejor esta patética manera de colocarse en el mundo que esa institución nacional a la que llamamos argolla.

Ya se sabe que, en Lima, todo funciona por argollas. No importa cuán bueno seas, lo que importa es a quién conoces, de quién eres amigo, a quién le caes bien. De lo contrario, no existes. Ese sectarismo, no sé si se han fijado, constituye la más sutil -y por ende- la más perversa forma de marginación.

Y esta semana, el muy selectivo gerente de un canal de televisión tuvo la mala idea de vetarme, de impedir que se me entrevistara en "su" pantalla, o lo que es lo mismo, de cholearme. Como es apenas un canal de cable, no pienso encadenarme a sus rejas ni salir a recolectar firmas por las calles. Me vale verga. Pero como es una historia tan divertidamente AB, me han dado ganas de escribirla. Y dice así:

Hace apenas unos días, mientras arrasábamos, gozosos, con un azafate entero de pulpitos bebé, la deslumbrante Denise Arregui me hizo una propuesta que no pude rechazar. (Cabe aclarar aquí que diré siempre -y a ojos cerrados- que sí a absolutamente cualquier cosa que Denise me proponga porque es la única chica de Lima con la que yo -renunciando a mis principios, mis valores, mi fe y mi religión- me casaría mañana mismo por la iglesia, en la catedral y hasta con Cipriani bendiciéndonos, si así fuere menester). Me propuso, les decía, aparecer entrevistado en Alta Fidelidad, la coolísima secuencia que tiene en Jammin' ,un programa musical de Plus TV, ustedes manyan, o sea, el reggio canal seis, pues, ¿no?, o sea, el Café Del Mar de la televisión por cable, o sea, lo único que ve LA gentita más cuchifrunis, turry-panturry y pipirisnáis de Lima aunque también lo veamos, inevitablemente, un montón de igualados horribles -pof- que nunca faltan como, por ejemplo -aj-, yo.

Yo que enriquezco mi vocabulario, filosofo no te imaginas cuánto, me alimento horrores espiritualmente y siento que crezco un huevo como ser humano con cada nueva edición de ¡Oh, Diosas! No se rían. Hablo en serio, ¿ya? Bien esto son. Bueno, como iba diciendo: dado que procedía del cerebro sexy de Denise, la sola idea del reportaje me fascinó: consistía en hacer un recorrido por las canciones of my life: escoger cinco y ponerse a escucharlas, románticamente, sentados frente al mar, mil besos yo le di. Mientras navegábamos por auténticos ríos de Shiraz, Malbec, Merlot, Chianti y guinda de Huaura, nos pusimos de acuerdo, a los aplausos, en que semejantes himnos de pasión y pacharaquería tendrían que ser:

1) Bohemian Rhapsody de Queen.
2) Dancing with myself de Billy Idol.
3) Like a prayer de Madonna.
4) Baby, can I hold you? de Tracy Chapman y
5) Tenderness de General Public, sin desdeñar, por supuesto, nuestros mazamorreros orígenes que habrían ser, también, más que homenajeados con la desgarradora y sublime Yo la quería, patita a guisa de bonus track.


Habíamos quedado en grabar la tarde del viernes. La noche anterior, trémulo de emoción, dejé listecitos, uno sobre otro, cd's, cassettes y hasta vinilos y escuché, por millonésima vez en esta vida, en función repeat, todos estos sencillos temitas que nunca voy a cansarme de escuchar.

Me dejé derribar una vez más por la traicionera ráfaga de todos esos recuerdos que atacan siempre así, tan a quemarropa, mientras terminaba, con un estoicismo más bien desperate housewife, de planchar mi camisa más heterosexual.

Como puede verse, todo era dicha, felicidad y tralalán-tralalán hasta que, de súbito, tuve la pésima idea de darle a mi correo electrónico una de las cinco patológicas chequeadas que le doy por hora.

El veintiúnico mensaje que encontré fue devastador. Como no podía ser de otra manera, era Denise, mi prometida, que, entre empinchada y triste, me decía que el destino conspiraba de nuevo contra nosotros, que lo nuestro no podría ser:

«Beautiful man: Alucina que en el canal me dijeron que no haga la nota contigo porque, por alguna razón, alguien no quiere poner en nuestra pantalla a figuras. ¿¿¡¡ "tan polémicas" !!?? como tú. No podía creerlo cuando me lo dijeron y, por supuesto, piteé por su ridícula censura.
Le he pedido a mi productor que, por favor, haga algo al respecto para que me dejen trabajar tranquila. Mientras tanto, esperaré.»

¿Figuras "tan-po-lé-mi-cas"? Polémico, my ass. Esperarás bien sentadita, archiduquesa. Y más vale que comiences a armar, mientras tanto, tu rico rompecabezas reversible de cinco mil piezas o, en su defecto, a tejerle a tu carro un protector para la lluvia a crochet y en punto Santa Clara porque no hay Cristo sobre esta tierra que pueda cambiar la firme decisión corporativa de impedir, a cómo dé lugar, que el prístino plasma de la pantalla V.I.P. de tu canal se ensucie para siempre y sin remedio con mi poluta imagen.

Obvio que he hecho, para variar, mi investigacioncita y ya tengo plenamente identificado al censor, al tiranuelo, al choteador, al Conde Bákula en este caso. Sé, de sobra, quién es y, como le conozco, bacalao, (porque alguna vez hemos coincidido en otra frecuencia en la que nunca me dijo ni mu), sé también lo que hizo el verano pasado.

Su nombre es Flavio Balaguer y puuucha, cómo te explico que le doy nervios, alucina. Le doy cosa. La gente medio que lo ubica porque es el hermano de un talentoso reportero gráfico y también porque estuvo a un pelo de lanzar por los aires al productor de Fulanos y Menganos cuando, en octubre del año pasado, me vio sentado allí.

Se armó la pampa, literalmente. Me cuentan que el buen Chema Salcedo tuvo que inmolarse y echarse la culpa inventando que fue él quien me había invitado personalmente para evitar así el inminente decapitamiento.

Me pica la curiosidad por conocer el motivo de la perniciosa alergia que este atocinado Balaguer me tiene. Homofobia no puede ser porque, imagínense, tendría que botar a la calle, mínimo, a la cuarta parte del elenco del canal. Racismo tampoco porque como soy blanquiñoso y parezco de Celendín, paso piolín. Así nomás nadie se da cuenta de que soy cholo.

Entonces, ¿por qué será, eh? ¿Serán acaso los lógicos reparos morales del que ostenta la certeza extravagante de que nadie en Lima sabe, a ciencia cierta, de qué pie cojea? ¿Podrá deberse a que no me canso de cochinear a Butifarrón Acurio, verdadero fuckin' fourth wonder of the world? ¿Por qué me hace tantos ascos ese ejecutivo tan alto, tan blanco, tan adinerado y tan importante y tan importado? Oh, miseria. Oh, desolación. Oh, oh, tres veces oh.

¿Qué voy a hacer ahora con mi vida? ¿Cómo podré existir de nuevo sin volver a salir nunca más en Plus TV? Bah.

Si no ha nacido todavía el peruano que consiga vetarme en mi país y quedar impune, saquen su cuenta si va a poder venir a botarme del tono un argentino badulaque.

¡Andá nomás, gordo choto!, ¡y apurate con ese chimichurri que sha se te recocinan las moshejas! Andá a vetar a Petinatto, aturdido, andá.