REPÚBLICA AMPAY
Nunca lo dije porque éramos archienemigos, y quizás volvamos a serlo apenas nos pongan en el mismo horario. Nunca lo dije pero, aunque me muera de la pica o me arrepienta mañana, lo digo ahora: Magaly Medina ha producido una auténtica revolución cultural en este país. A la franca. No estoy siendo irónico. El espacio privilegiado de nuestra cultura moderna es la televisión. Y es claro que la ha cambiado para siempre, transformando, al mismo tiempo, la política, las maneras de hacer periodismo, el lenguaje y hasta la vida cotidiana de los peruanos. Alguien ya lo dijo antes. Lo repito: el Perú todo se ha magalizado. Y eso no es malo ni bueno. Simplemente, es.
República Ampay
De cada diez personas que me pasan la voz en el semáforo, en la cola del cine o en el supermercado, por lo menos siete lo hacen para lanzarme, al vuelo, alguna de las siguientes frases ingeniosas: a) "¡Te busca Magaly!", b) "¡Guarda con el ampay!", o c) "¡Ahí viene la 'Urraca'!" Las tres restantes -es fácil de adivinar- me desean todas las suertes, aseguran ser mi fans o me gritan chimbombo, palabra ésta que detesto con todito el corazón. Tal, el lacerante drama que me toca vivir. Pero es nuestro querido Perú y hay que comprenderlo. El glamoroso asunto de la fama nacional -por si alguien lo ignoraba- se reduce a eso y, de acuerdo a cómo te la tomes, tu existencia oscilará entre el perenne delirio de persecución y la sonrisita más indulgente y resignada. No me quejo, sin embargo. Solito me lo busqué. Pero luego de haber recordado, en el destierro gringo, la mortal insipidez del anonimato absoluto, la verdad es que, mal que bien, me quedo con esto. Y últimamente lo sobrellevo mucho mejor. Me lo tomo con la jubilosa serenidad con la que, dicen, hay que comportarse ante la inminencia de una violación: o sea, relájate y grítalo, campeón. Constituye tamaña jodienda ser el malo conocido, créanme. Pero ser un N.N. ha de ser peor.
Así lo han entendido, me parece, la mayoría de los distinguidos personajes que hoy se abren paso a codazo limpio hasta lograr, por fin, una portada. Está clarísimo que "ser o no ser" ya no es la cuestión. "Aparecer o no aparecer", he ahí la huevadita. No se requiere ningún mérito para ser famoso. No se requiere haber hecho nada, en realidad. El único requisito es tener cara. Si no me creen, pregúntenle a López, el celebérrimo perro bull terrier que nunca salvó a ninguna niña de morir ni devoró vivo a ningún ratero, pero se convirtió en estrella sin qué ni por qué, solamente porque era mascota de Raúl Romero. Si López puede, todos podemos. ¿Cuántos artistas y políticos López tendremos, no? Es que aquí hacerse "popular" es demasiado huevo. Basta con que alguna hetaira salga y diga que te sacó de piticlín. Basta con que aparezca tu nombre escrito en un posavasos o en la agenda de un gran estafador. Ser famoso -o tristemente célebre- es superhuevo, pero -ojo- lo que es más huevo todavía es ser desconocido. Algo debe estar cambiando cuando es menester que todos los candidatos presidenciales con chance de ganar marchen derechitos y de uno en uno al set de Magaly TV mientras mi pata Chichi conferencia con Yuru y mi querida Rosa María Palacios nos sumerge en las aleccionadoras complejidades filosóficas que atesora la ejemplar trayectoria vital de Tula Rodríguez, mejor conocida como 'La Peludita'.
Para ser famoso en el Perú hay que haberse chifado al paso a una vedette o a un presidente. No sé qué cosa será peor. Haydeé Aranda ostenta el récord de los récords: demostrando que, a pesar de su anorexia galopante, es propietaria de un señor estómago. No se cansa de ufanarse de que cueros tales como Toledo y Kenyi pasaron felices y contentos por allí. Tampoco duda en echar al tarambana de No sé cuantitos Reggiardo quien, de tan admirable modo, nace a la luz pública y -aleluya- existe, pues resulta que era un congresista y nadie se había enterado. Capísima, Haydeé. Su rellenita hermana de leche, Lady Bardales, denunciada ex primera tombita de la nación, no quiso quedarse atrás y -cual si tener al cholo sagrado en tu haber fuera un certificado de buen gusto- protagonizó, esta semana, su auspicioso debut en el fashion world modelando exclusivísimos negligeés del afamado Ciro Taype que, más que el nombre de un diseñador, parece el del amiguito trinchudo de 'Paco Yunque'. Francamente, Lady Bi, what were you thinking? Súbete a tu moto y, por favor, no te me vuelvas a caer. Revisitar aquí cualquier índole de Pinchi Pinchis sería ya cansón y ocioso. Y nadie se atreva a importunar a mi pantera indomable Jackie Beltrán, que será todo lo que ustedes quieran, pero de que es una belleza, joder que es una belleza.
Para ser famoso en el Perú hay que haber ido a la cárcel o, en su defecto, haber mandado a algún cristiano preso. Hay que haber recibido plata de la mafia -cualquier mafia-, la de Vaticano, la de Cronwell, la del 'Doc' o la que sea. Da lo mismo ser 'Mujer Boa' que Beto Kouri. Wolfenson que Malú Costa. Arnie Hussid que Mantilla. Tarde o temprano, todos podrán firmar autógrafos y volver a estrenar otro diario chicha, otro ministerio, otra cebichería. Gracias a Dios, la vida siempre da una segunda oportunidad y todo, todo se olvida y, el día que me quieras, la rosa que engalana se vestirá de fiesta con su mejor color. Pero si sales a hacer una encuesta y preguntas quién es, por ejemplo, Jorge Eduardo Eielson, puedo garantizarte que nadie allá afuera lo sabrá. O acaso te respondan que fue el primer marido de la Huarcayo.
Para ser famoso en el Perú hay que saber sacar bien la vuelta. A tu mujer o a tus electores, a tu partido o a tu país. Lo mismo da. Ser un tránsfuga o un jugadorazo, al final, da igual. Cambiar de camiseta como de toalla higiénica. Sacar los pies del plato. Pasarse al bando de los que la llevan. Ser doble cara, doble agente. Traicionar y, lo que es aun más miserable: cobrar por traicionar. De esto pueden dar cátedra grandes luminarias como Olivera, ciertos travestis y una que otra porrista. Porque para ser famoso en el Perú hay que ser político o porrista. No sé qué cosa será peor. Tampoco sé en cuál de las dos te crece más el poto o en cuál se podrá chambear menos cobrando más. Cándidamente creí que el hecho de que eminencias tales como Tongo o Edwin Sierra no hubieran alcanzado escaño en el Congreso era síntoma de sabiduría popular. Y cuando ya me estaba convenciendo, tropecé con aquel mongolo tiradedo del Torres Caro que, en lo que a peliculina se refiere, nada tiene qué envidiarle a esa archiduquesa de la vulgaridad a la que, si no me equivoco, denominan Shirley Cherres. ¿Nadie te dijo que no te puedes llamar Chirley si te apellidas Sherres, corazón?
Señor de misericordia, ¿a quién le han empatado todos estos seres? ¿De qué ignoto planetoide son oriundos? ¿Por qué Torres Caro no se arma de valor y le pide a su mamá que deje de hacerle aquellos peinadetes tan cretinos? ¿Qué puede tener de pecaminoso que un congresista peruano se siente en las faldas de un soberbio garoto brasileiro si Gigi y Pía -esas visitadoras de establecimientos penitenciarios, esas impías- chapan con lenguado en la vía pública y normal? ¿Alguien encuentra alguna diferencia entre el lenguaje del enloquecido Abugattás y el del pobre diablo ese que sale por Canal 9 en las mañanas y cuyo nombre nadie se acuerda? ¿O entre el oscuro Benedicto Jiménez y la temible Marisela, la malvada hermana de Álex Otiniano? ¿Por qué está mal que Raúl Diez Canseco atrase al hijo con la hembrita jovenzuela si Lucía de la Cruz sigue saliendo con mocosos y nadie se atreve a pedirle que deje de cantar? ¿Qué están esperando para darle un talk show a Mauricio Mulder o a Elianne Karp?
¿Por qué está mal visto que el presidente tenga un hijo fuera del matrimonio si tantos futbolistas los tienen también y nadie deja de pedirles autógrafos? ¿Por qué está mal que Fujimori meta a sus hijos a la política si Susy Díaz y 'Chibolín' meten a los suyos al espectáculo? ¿No tiene acaso la deslumbrante Luciana León, hija de Rómulo, pleno derecho a ser -como es- la Florcita del hemiciclo? ¿Por qué es pecado que Keiko sea su Jossety? ¿Por qué Fiorella Rodríguez es más noticia por todo lo que adelgaza mientras Garrido Lecca no es más noticia por todo lo que engorda? ¿Por qué a él no le gritan aquello de: "El pueblo tiene hambre y Hernán está muy gordo"? Cual si fuese cosa de enigma o sortilegio, política y farándula se han fundido, pues, en una sola mazamorra incomputable: Farántica. Políndula. Pero, más que cualquier otra cosa imaginable, para ser famoso en el Perú se requiere bailotear. Bailotear muchísimo y en público. Si eres bataclana, postula al Congreso y ganarás, pero si eres político, ponte a menear el 'ravello' con urgencia. Zangolotea esos bofes de buenas a primeras y a propósito de nada. Esmérate y hazlo del modo más ridículo y grotesco. Ya tú sabes. Es nuestro querido Perú y hay que comprenderlo. Todo esto, decía, no es malo ni bueno. Simplemente, es.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home