lunes, octubre 09, 2006

GRACIAS, MUCHACHOS

Hago un recuento de la ansiedad que sentí desde que partí de Estados Unidos hasta que arribé al aeropuerto Jorge Chávez.

Detectando la presencia de un objeto sospechoso en la pantalla de rayos X del aeropuerto de Miami, el inspector con los guantes quirúrgicos de jebe abre mi maletita carry-on y, en cumplimiento de las nuevas normas de seguridad aérea, me despoja del enorme y nuevecito pomo de Egoiste -mi perfume de la suerte- y lo bota al tacho con desdén al promediar las 11 de la noche del pasado 3. Tal atropello me parece un pésimo presagio que me emputa. Maldigo entre dientes, me araño, chesumadreo.

Mientras me recupero de tan grave revés moral, los aguerridos coleguitas Mabel Huertas y Johnny Sánchez Sierra -con las casaquillas del 9 y del 2, respectivamente- intercambian furtivas miradas de diplomático rencor. "¿Estás seguro de lo que estás haciendo?" -me pregunta, juguetona, la aeromoza del vuelo 2111 de American Airlines al recibir de mis manos el I-94, cartoncito que me acredita como lo que estoy a punto de dejar de ser dentro de tres segundos: un asilado político en gringolandia, mon amour.

"Pa'trás ni pa' coger impulso" -respondo apelando al estilacho que aprendí una vez de cierto quimboso cuerito quisqueyano y, acto seguido, pongo legendariamente el zapato rojiblanco en el avión y voy -camino de Amancaes con aquel mi paso peruano- hasta el muy económico asiento que me ha tocado en suerte y que, por supuesto, está en la fila del medio y, por si fuera poco, en puerta de emergencia, así que -bingo- no es reclinable. Habrá que permanecer en posición de firmes durante las siguientes cinco horas que van a parecer diez.

La tensión de los últimos días hace que la espalda duela cual si un jodido ejército de cangrejos se me hubieran prendido a todo lo largo de la columna, a razón de uno por vértebra.

Pero la deliciosa expectativa que precede a los grandes acontecimientos me burbujea en la panza confundiéndose con el New York Sirloin Steak de brontosaurio con el que un amigo providencial tuvo el buen gusto de portarse a guisa de última cena en el Morton's de Brickell Avenue, mientras se complacía recordándome:

"Saboréatelo bien porque en San Jorge no los preparan iguales". Alrededor de las doce de la noche (lo cual significa a las once y cincuenta o a las doce y diez o a cualquier hora), nuestro tantas veces pospuesto aeroplano finalmente decoló, regalándonos una majestuosa vista de edificios resplandecientes que automáticamente produjo en el bobo bovino ese cóctel de tristeza con nostalgia que los brasileños llaman saudade y los poetas, melancolía.

Van dos horazas de vuelo, a duras penas. Todo duerme en derredor. Y la odiosa certeza de ser el único pasajero insomne en todo el avión me llena de envidia.

"Ya dormiré en la carceleta" -me (des)consuelo. Muy de rato en rato, algún connacional sobrepara en su camino al ñoba y se da tiempo para palmotearme el hombro y desearme suerte o susurrarme con todo cariño lo mal que debo andar de la cabeza por haber decidido regresar.

Intento seguir el hilo de la película que se multiplica en monitores retráctiles a todo lo largo del pasillo, pero no encuentro los audífonos: parece que es una de negritos que vencen la adversidad y ganan un match de ortografía, pero no escucho las palabras que les dictan, así que no entiendo mucho de qué va.

La ansiedad continúa in crescendo y no es precisamente la de Nat King Cole. El aire acondicionado o el polvillo de la frazada o el caramelo superácido que chupo o las tres cosas juntas desencadenan mi consabida alergia emotiva: las fosas nasales quedan taponadas con cemento y la garganta pica y no hay manera de dejar de estornudar.

El capitán comunica a su dormida audiencia por el altavoz que sobrevolamos no sé qué zona de Cuba, Panamá o Colombia a una velocidad tal y una altitud cual. Bueno saberlo. Quiero leer algo pero no tuve cabeza de traer nada, no tengo qué.

Me pudro de mirar las fotitos del catálogo del bazar de a bordo y los detallados planos de aeropuertos del mundo que incluye la revista de la aerolínea.

Ya en el clímax del tedio me pongo a inspeccionar el contenido de mi sufrida billetera y encuentro el papelito que me vino en la galletita de la fortuna de mi último delivery oriental: You will pass a difficult test that will make you happier.

Pasarás una difícil prueba (¿otra?) que te va a hacer más feliz (¿más?). "Buenos días, señor Ortiz. Bienvenido al Perú" -me saludan, enternados y sonrientes, los educadísimos caballeros de Requisitorias que me están esperando a la salida del avión, al final de la insospechada manga que me impide arrodillarme, como corresponde, a besar el asfalto bendito de este Jorge Chávez con aires de Schiphol, Amsterdam.

Son las cuatro de la mañana con veinte minutos en Radio Felicidad y la canción de mi vida es Regresa.

Los amigos policías tienen la enorme gentileza de no hacer uso de las reglamentarias esposas y, mientras caminamos hacia Migraciones, me preguntan qué tal se vive por allá, cuánto se gana como mozo o cocinero y se sorprenden cuando les cuento que veinticinco cocos por hora y, a veces, hasta cuarenta.

Algunos pasos más allá, luciendo sus fotochecks de la Defensoría del Pueblo, me esperan don Mario Razzeto, el mismo profe que hace 20 años me enseñó a escribir mi primera noticia sobre papel bulky, y la doctora Imelda Tumialán, respetada ex fiscal que parece conocer el nombre de todos y cada uno de los integrantes de la Policía Nacional y a quien Beatriz Merino ha encomendado monitorear mi caso como quien nos devuelve al seno del pueblo, es decir, al status que creíamos perdido.

Mi causa Martín me acaba de dejar su celular limeño, por si las moscas, no sin antes llevarse consigo todas mis maletas. Llamo de inmediato a Jorge Castro, mi madrugador abogado y le pregunto si la prensa está allí afuera y me dice que por supuesto, que allí está absolutamente toda.

Ya no me pasa "lo de antes" al escuchar eso. No percibo aquella vieja excitación. Me siento sí, en cambio, aliviado, inmerecidamente protegido por una cantidad de gente a la que no le debo haber dedicado nunca ni medio adjetivo amable.

Mis presuntos enemigos mortales han enviado, una vez más, todo el grueso de su artillería, pero ahora vienen -qué cosa extraordinaria- en mi defensa. Todas las cámaras, todas las grabadoras, todos los micrófonos están allí.

Los de Cecilia Valenzuela, los de César Hildebrandt, los de Eduardo Guzmán, los de Magaly Medina. ¿Los de quién? Oíste bien, chavón, oíste bien. Mira y aprende. La razón es una solita: lo que le ocurre a un periodista, nos ocurre a todos.

Gracias, muchachos. Mientras me trasladaban detenido hacia la Cuarta Sala Penal Especial en una camioneta con lunas polarizadas y contemplaba el maravilloso caos de las combis por la avenida Faucett tuve la sensación, no de que volvía, sino de que, en realidad, jamás me había ido de aquí.

Parecerá raro pero es exactamente así como se los cuento. Como bien dice Páez, el Fito: Cuando me fui, no me alejé.

3 Comments:

At 4:00 p. m., Anonymous Anónimo said...

Sanchez Sierra? No hay aprendiz de periodista llamado Sanchez Mierda en tu novela?, o algo asi? Al que violan?

 
At 4:56 p. m., Anonymous Anónimo said...

Beto, qué decirte? estoy escuchando por internet la entrevista que tuviste con Jaime Bayly y se me arruga el corazón, estás cosas que pasan frente a nuestros ojos, tanta maldad.. cuánto lo siento, lo siento mucho por todo lo que has pasado.
Un beso y un abrazo desde la distancia
Yo

 
At 11:51 a. m., Blogger Omoliom said...

Beto :
Te veo en la TV desde tus inicios,y verdaderamente me impresionas sobremanera cada vez que haces noticia por una u otra razon.
¡Por que ?,porque eres un humano en su maxima expresion.Ya que dices y haces lo que muy pocos dirian o harian .Tu vida fluctua entre la cima y la sima en muy poco tiempo.
Probablemente al leer estas impresiones te mates de risa ,pero existen muchas personas que admiramos y aplaudimos tu valentia para enfrentarte a las adversidades; pero por sobre todas las cosas EL AMOR VERDADERO HACIA TUS PADRES.Eres el ejemplo del verdadero amor filial.
Una pequeña sugerencia,seria bacan que profundizaras en la linea de investigacion periodistica,serias mas util al pais ,ya que -aunque no lo creas - eres un lider de opinion de primerisima calidad. Me apena que la mayor parte de tu potencialidad la pierdas en cuestiones de farandula - que a mi pobre entender- no te benefician mucho ni tampoco a nuestro pais .¡Rating?,¡publicidad?,Beto Ortiz no las necesita!!!
Bueno,te deseo lo mejor.
Omoliom

 

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