QUISPICANCHIS FOREVER
Por si no se han dado cuenta, hoy es Inti Raymi y lo único que toca es desearnos, todos, un feliz Día del Indio. Pero como aquí tratamos siempre de ser tan políticamente correctos, nos conformamos con contarles lo xiovi que se ha puesto nuestra ciudad más cosmopolita y open-minded. ¿Se han dado su vuelta últimamente? Como diría mi tío Melcocha: ¡no vayan!
Xiovi es la palabra de moda entre los desprejuiciados muchachones de Cusquito y es, de paso, la única oportunidad que tendré en esta vida de empezar una crónica con equis. Se pronuncia chovi y sirve para describir lo indescriptible: tú eres mi xiovi, muy xiovi de conocerte, qué xiovi está esa hembra o me llegas al xiovi. Significa, prácticamente, todo.
Y ello resulta de lo más práctico en esta Babel donde es menester vivir inventándose códigos novedosos siendo que el idioma hablado por los invasores bárbaros rara vez coincide con el tuyo. El lema que lleva impreso mi polanco nuevo -Manan Kanchu Carajo- sintetiza bastante bien la recóndita armonía que siempre se agazapa en la ininteligibilidad.
Un cague de la risa, o para decirlo en jerga qosqoruna: un cache de la risa ponerse a leer, al vuelo, las libérrimas traducciones que ofrecen las pizarritas de las fondas: variedad de pastas, por ejemplo, se dice: several spaghetti, bisté a la plancha y bisté a lo pobre equivalen a steak to the iron y steak to the peruvian style, respectivamente y, claro, Sacsayhuamán, como su nombre lo indica, es el vocablo quechua para sexy woman. Para qué molestarse en ensayar siquiera el esperanto si, al final, la vida siempre te habla en chino.
Mis desquiciados wayqis de Bellas Artes sí que se han pasado p'al Cusco en esta oportunidad. Su desfile pre-Inti Raymi constituye cachetada general y en él, cada nueva comparsa, cada escola do huayno es más ocurrente y más cachosa que la anterior: una virgen de la leche de ocho metros, tetoncísima y en topless, un gran chamán del sur que exhala vaharadas del mismo humito que, (tú computas), se respira día y noche en Procuradores, una ruidosa carnestolenda de lúbricas bricheras, un Machu Picchu con letreros de 'Se Vende', (razón: New Seven Wonders of the World, suave que Bill ahorita compra), un porteador famélico del Camino Inca sepultado por fosforescentes mochilas marca Victorinox y un pavoroso Niño Manuelito con su espina en el pie y su mejor carita de Chucky.
¿Te acuerdas de mí? -me pregunta un montaraz ukuku desde detrás de su pasamontañas. La sola pregunta me sobresalta porque, por auto-defensa elemental, lo más sensato es olvidarse de todos sin excepciones. Mírame bien. Se quita la máscara y exhibe su rostro lunarejo, erizado de piercings desafiantes: su identidad secreta es Marvin, dice, sí, como los Jardines Marvin del Monopolio, ah, ya, sí, claro, por supuesto que me acuerdo. (Ni en pelea de perros).
El tour 2007 que ofrece tan providencial cicerone incluye un tutti fruti alucinante de warikes favoritos que, rápidamente, se acomodan -sin orden ni concierto- en mi renovado top ten:
1) La excelsa sopa de quinua, la cuajada y la uchucuta de La Granja de Heidi, comidita para el alma en plena cuesta de San Blas.
2) La contemplación de los astros desde el Planetarium María Reiche en Yanahuara, Urubamba y la observación (participante) del bricheraje mixto más conchudo en el efervescente Mythology cuyo slogan reza: sólo para dioses. Lo tenemos levantado hacia el señor.
3) Los inimaginables wantancitos surtidos que amortiguan el tanganazo o toj roroj de rigor en la taberna Los Perros.
4) La calculada irrealidad del almodovariano Fallen Angel con sus etéreos, seráficos meseros with an attitude.
5) La fascinante colección del MAP o Museo de Arte Precolombino en cuyas salas los siglos de historia se han concentrado en intensísimos minutos de sobrecogedora belleza.
6) Los anticuchos de alpaca del Mullu de Pisac. De otro planeta.
7) Las exultantes misas en quechua del Coro de Cámara en el Qórikancha.
8) El adictivo café de algarrobina del fichón Don Esteban y Don Pancho de la avenida El Sol.
9) El setentero rock en vivo y la gentita terriblosa del 7 Angelitos.
10) Las carnes del Tango Beef cuyo principal lomito argentino, lastimosamente, no figura en la carta, pero si se lo pides viene sonriente y te lo alcanza.
Eso sí, en cualquiera de los casos, lleven siempre efectivo suficiente porque la capital del Tahuantinsuyo será todo lo moderna que ustedes quieran pero, con tozudez digna de Cahuide, se resiste a aceptar credit cards.
En el Valle Sagrado hacemos una escala técnica en el Colegio Señor de Torrechayoc de Yanahuara para asistir, por primera vez, a una truchada bailable. Truchada, sí, suculentas truchas a la parrilla, con su papita y su choclo más. Cinco luquitas la tarjeta. Todo pro-fondos de la refacción de los infames silos que fungen de servicios anti-higiénicos, de los ruinosos techos que están por desplomarse encima del alumnado y, si algún sencillo quedare, también pro-compra de la soñada, primera computadora del plantel.
Una para mil alumnos, más o menos. Alucinen: por acá el turismo deja millones de dólares todos los días, pero a la gente de Urubamba ni las gracias.
Responsabilidad social que le dicen, pues, ¿no? Antes de subirme al tren que nos habrá de llevar a la octava maravilla, Marvin me ha estado grabando, con la ayuda de su celular, recorriendo con él las callejas empedradas: lo voy a colgar en You Tube -amenaza, feliz- a ver, pues, si siquiera le empatamos a la Tigresa del Oriente. Pides poco.
Atravesamos Afligidos, Amargura y Ataúd, que así se llaman algunas de las más alegronas arterias de esta villa. No es posible, en cambio, jactarse de haber turisteado gran cosa por la infernal calle Purgatorio, berrinchudo meadero oficial de la urbe que parece concentrar la ancestral, prehistórica pichi de los cinco (in)continentes. Como todo el mundo sabe, hay tres maneras de llegar a Machu Picchu: como turista (previo madrugón), como aventurero (de tres a cinco días de matadaza lata inca), y como rey: Bill Gates y Drusila Zileri paladeando la atmosférica sofisticación que se respira a bordo del tren Hiram Bingham de Orient Express donde, para el brunch de hoy, señores pasajeros, les ofreceremos una terrina de trucha salmonada fresca y ahumada con poro, ensalada de manzana y papitas nativas a la vinagreta de eneldo y miel.
Dicen que cada vez que viene, Leo Di Caprio reserva para él no un asiento ni dos, sino el vagón completo, aunque el máximo lujo reside -me ofrezco de voluntario para explicárselo- en el azul delirante de estos cielos. Más no son Bill y Drew las únicas luminarias invitadas, las acompañan también Mariella Balbi y Tomás D'Ornellas, Aldo Mariátegui y Anita Trelles, o sin ir más lejos: Cameron Díaz y yo que hasta hemos comido chuño y todo. Excuse me? Cameron, sí, Camincha para los amigos. Como podrán apreciar, el ombelico del mondo es, pues, the place to be, mis queridos igualados.
Si yo estoy aquí y tú estás allá habrá de ser porque uno de los dos está en el sitio equivocado, ¿sí o no? Admitámoslo, warmichas: Lima is dead.