EL PLANETA DE LOS CULTOS
Perdido en un extraño mundo al que -obviamente- no pertenece, el personajillo de la farándula que, a veces, funge de columnista en esta página pretende aquí filosofar sobre la actividad libresca en el Perú y, como no podía ser de otra manera, fracasa con gran estrépito. Bien hecho, caracho. Zapatero a tus zapatos.
La tapa:
Sostiene Caretas en su penúltima edición que la carátula de mi librito Grandes sobras constituye flagrante plagio gráfico. Que el dibujo del hombrecito que arroja su cabeza al tacho de basura se les ocurrió a ellos primero, jojolete. Lo cierto es que no hay nada qué inventar: en Canal Street, en el Chinatown de Nueva York se venden -a 10 cocos desde hace años- unos llamativos polos con ese mismo decapitado muñequito.
En fin, a mí qué me importa. Está probado científicamente que hasta los más modestos escandalitos resultan siempre beneficiosos para los libros, de modo tal que no pude menos que regocijarme con la notita aguafiestas. No veía las horas de que algún otro espontáneo más salga a carbonear en la clásica onda: huy, huy, no me dejo, huy, huy. Nadie salió a decir nada, sin embargo. Cero controversia. Qué papelón. Caretitas ha dejado ya de ser la de mis tiempos. Salir allí ya no te sirve para nada.
Salir en El Comercio, en cambio, sí. Pero allí ningún escritor inédito le va a sacar media línea a ese negro libro que la casa, inexplicablemente, ha decidido publicarle al enemigo.
Prólogo:
«Quiero grabar un tema de Paul Mc Cartney» -dijo Daniela Romo una madrugada- «¿Por qué Paul Mc Cartney no me puede dar una letra suya?» Sus músicos se rieron en su cara. Pero ella buscó la dirección de la casa discográfica y le escribió una carta. Al mes siguiente, desde Londres, Paul Mc Cartney le envió un sobre por courier. En su interior estaba, de puño y letra, la letra de la linda canción que le regalaba. Al leer la historia en una revista de espectáculos, Gisela Valcárcel sonrió y dijo: «Quiero un prólogo de Vargas Llosa» y, de inmediato, le escribió un e-mail a la secretaria de este, mandándole los tres primeros capítulos de su libro y rogándole que los leyera.
«Tu vida tiene el encanto de las buenas novelas» -le respondió Vargas Llosa, autorizando, de lo más feliz y contento, que su opinión fuera impresa en los once mil y pico ejemplares por ella vendidos hasta hoy. Yo, por mi parte, le escribí hace un mes un mail a Balo Sánchez León y hasta ahora no me responde.
Agradecimientos:
La buena noticia es que acaba de llegar a mis manos mi tercer libro. La mala es que no lo firmé yo sino un bonachón amigo colombiano que fue envidiablemente contratado por una importantísima casa editora gringa más que interesada en sus memorias de líder hispano. Él, a su vez, me reclutó como su ghost writer, es decir, como su escritor fantasma.
O, peor dicho: como su negro literario, lo cual -me imagino- ha de convertir al que firma la obra en rubio literario. En la página de agradecimientos de este libro cuyo título estoy prohibido -por contrato- de revelar, se lee: «Gracias a mis amigos Beto Ortiz y Marcia Morgado por su guía editorial.» Mi guía editorial que consistió -ejem, ejem- en escribirlo. Marcia Morgado es una escritora cubanaza que tuvo la difícil labor de podarme todo el recutecu hasta que, de tan simple, mi pobre escritura luciera calata, al punto que ni siquiera yo mismo fuera capaz de reconocerla. Lo logró pero no lo celebro.
Escribir el libro de otro es una chamba infausta que espero en Dios no tener nunca que volver a hacer. Personalmente, prefiero, de lejos, lavar platos. Lo que nadie sabe es que este conjunto de relatos (que tantos meses pagó mi renta y me dio de comer), no lo escribimos solamente entre dos, sino entre cinco pues, por aquellos días, este aparatoso espectro andaba tan hediondamente sumido en su redonda depresión que no tenía tripas ni corazón de escribir nada. Ignoro si este sea el único caso de su especie pero yo, a mi vez, estoy obligado a agradecer a otros tres ghosts, mis buenos amigos, los talentosos periodistas Elsa Ursula, Kike Sánchez y Luis Miranda que, echando mano a los mismos personajes que, mal que bien, garabateeé, escribieron cuatro de los once cuentos que conforman este futuro guión cinematográfico que ya se encuentra en amazon.com. Coleguitas: todavía se los debo.
Solapa:
Con la sana intención de pachanguearse gorreándole música al tono de los vecinos, el libresco mozallón me sugiere pensar en algo que sirva para poder promocionar mi ya maltona y jamás presentada novela magenta. Se me insta a solicitarle una frase marketera a algún consagrado que yo respete. Casi todos están muertos. No son muchos pero son.
«Una pluma inteligente desperdiciada como chaveta para desangrar vidas privadas» -escribe Magaly Medina, haciendo gala de gran correa ya que se trata de un libro que -encima- la alude. Su sentencia se imprime ipso pucho en centenares de stickers que habrán de pegarse (junto a la etiqueta que anuncia el precio de ofertón) sobre cientos de ejemplares con el noble fin de salvarlos de la aterradora inopia de la mesa de saldos y mini-yayas.
Pasan las semanas, sin embargo, y la famosa pegatina no aparece por ninguna parte. Intento preguntar qué pasó pero nadie me sabe dar razón. Semanas después, me topo con el (no) mencionado ejecutivo editorial en la sección higiene personal de Wong y, sospechando que se asustaron por lo polémico del personaje elegido, le pregunto qué fue de la estrategia de relanzamiento. «Al final la descartamos. demasiados stickers, je, je.» -me responde de lo más sonriente este patita que siempre me da la impresión de estar regresando de un campeonato interplayas de morey boogie o piti-tabla.
Indice:
7 de enero: adefesiero. 8 de marzo: chercheroso. 27 de junio: impajaritable. 19 de julio: lorna. 25 de noviembre: tetelememe. Adefesiero resulta de la fusión de la locución latina ad ephesios, título de una epístola de San Pablo en la que recordaba a los habitantes de Éfeso las penalidades que le tocó sufrir en ese lugar. Chercheroso es un derivado de chérchere (o chéchere o cherche) que significa cursi, ramplón. Formado sobre el diminutivo pajarito con el prefijo in- y el sufijo -ble, impajaritable hace pareja con su equivalente peninsular impepinable.
Dicen algunos pescadores que la lorna es tan poco inteligente que suele morder el anzuelo aunque no se haya puesto en él carnada alguna. Palabra catalogada como "de creación expresiva", tetelememe es un peruanismo cuyo solo sonido retrata o evoca su significado: tonto. ¿Para qué los voy a engañar? Que nadie se pique, pero estoy tan chocho con la Agenda Culta 2007 de Martha Hildebrandt que no me da ni el menor roche hacerle el cherry. Pique, chocho, roche, cherry. Apuesto que también son peruanismos.
Fe de erratas:
Enamorándome con la idea de organizar juntos un taller de crónicas para el verano, los fabulosos Etiqueta Boys me persuaden de volver a escribir para ellos después de años. Digo que sí como siempre, como siempre espero hasta el día del cierre y me amanezco escribiendo, como siempre.
A la mañana siguiente, horror, me devuelven por mail mi texto absolutamente tachonado de correcciones en rojo, lleno de anotaciones, sugerencias y enmendaduras como esta: «En el primer bloque había un desface de tiempos.
Empezabas narrando en presente y terminabas en pasado». Beg your pardon? ¿No han oído hablar del periodismo experimental? Me pico horrible. Piteo. Me enfermo. Me pudro. Me enemisto con la humanidad en general y con mi afable editor en particular porque es, por lo menos, diez años menor que yo y tengo la sensación de que no respeta mis canas, no puedo evitar sentir que me quiere venir a dar clasecitas de redacción siendo que yo debo haber empezado a publicar cuando él todavía cantaba súbete a mi nube, Nubeluz .
Pero como me he propuesto lograr mi membresía en el Club de los Humildes, respiro muy hondo y, a fin de tragarme tamaño pejesapo, corrijo nomás, de lo más mansito mientras me autoayudo recitando con unción a doña Louise L. Hay: En la infinitud de la vida donde estoy, todo es perfecto, completo y entero. Todo está bien en mi mundo. It's O.K. It's O.K. (Pero, eso sí: desfase se escribe con ese).
La contratapa:
La jacarandosa autora del máximo bestseller peruano de la década, mi dulce amiga Frieda Holler, se pone de pie como impulsada por un asiento eyector, horrorizada, y, siempre cuidando de no hacer sonar sus elegantes taquitos, abandona rauda la añeja sala de la triple A, justo a tiempo de evitar oír el tercer carajo. Es mi culpa.
No debí haberla invitado el martes último a la lectura de un libro tan desaseado, tan míseramente infestado de procacidades como el mío. ¿Cómo se me ocurre?, ¿cómo se me ocurre invitar a la dama más distinguida de Lima a un dudoso griterío acaso digno de carreteros, de estibadores ebrios, por Dios, de salchihueseros?
¡Me cago echado por la puta madre!, ¡no soy más huevón porque no entreno! ¿Cómo mierda he podido ser tan vulgar?