lunes, agosto 14, 2006

PEQUEÑAS INFIDENCIAS......

El autor hace una entretenida lista de sus más insospechados secretos y pone al descubierto a muchos personajes.

Ha llegado el momento de confesarlo. Una vez pasé una noche entera con Susan León. Estudiando. Estudiábamos logaritmos para el examen final de Matemática Básica I de la pre-Lima. (Sí, sí, qué desperdicio, ya sé, ya sé).

«No lo intentes, ni siquiera hagas el ademán» -me dijo Jaime Bayly al verme buscar la billetera para pagar, a medias, la cuenta de una cena en su point favorito de Lincoln Road en el que, para mi máxima sorpresa, comió quinua.

«¡Nunca te voy a perdonar que hayas apoyado en sus mentiras a ese marica maldecido!» -me espetó, bastante huasquita, un exaltado Alejandro Toledo al toparse conmigo casualmente una madrugada del 2001 en el café Vivaldi de Ricardo Palma. Hablaba, claro, del asunto aquel del ADN.

«¡Yo, por defender a esta gente, me he peleado hasta con mi hijo!» -me dijo Mario Vargas Llosa en la Feria del Libro de Miami del 2003, al enterarse del rochoso decreto que el conchán de Raúl Diez Canseco le regaló al papacito de la tristemente célebre Luciana.

Cuatro años antes de saber lo fácil que era hacer buen rating con programa diario, Cecilia Valenzuela una vez me gritó: «¡A mí me ve la gente más influyente de este país y a ti no te ven ni los peluqueros!» Quién diría que, diez años antes, cuando el autogolpe de Fujimori, juntos habíamos hecho flamear al viento, de lo más legendarios, una enorme pancarta que decía « ¡No nos callan!» por todo Camaná, Emancipación, Abancay, Plaza Bolívar.

Cuando Naamín Timoyco se quedó en tetas durante un atrevido musical que tuvo lugar en un cumpleaños de Mauricio Fernandini, Mónica Delta se aterrorizó, mientras la dueña de la casa no atinaba a mejor cosa que a echarse a llorar. En el mismo exclusivo evento, Pimentel acababa de ruborizar a otra recordada narradora -Lilian Zapata- con una pregunta repleta de elegancia: «Si así te ríes, ¿cómo cacharás?»

«Nunca sientas vergüenza de desnudarte frente a tu pareja» -me aconsejó don Edgar Vivar, o sea: Ñoño. Huelga decir que ahora dejo la luz prendida más seguido.

El empleo que nunca pongo en mi currículo. Lo admito: fui jefe de práctica de Jessica Tapia en el curso de Técnicas del Reportaje I. La asombrosa ortografía de que supo hacer gala en sus controles de lectura no me permitió sospechar que esta agraciada alumna habría de llegar tan lejos.

Admito que tal vez fue un poco obvio haberle regalado unas chaquiras a Shakira.

A la entonces primera dama Keiko Sofía, el libro Las recetas de cocina de Leonardo Da Vinci que contiene consejos tan sabios y sutiles como este: «Si para la comida hay planeado un asesinato, se debe ubicar en la mesa al asesino en las cercanías de su víctima dado que, de este modo, se interrumpirá menos la conversación.»

El olor de la India de Pier Paolo Pasolini es el nombre de un bonito libro que Gisela no me devuelve todavía. Tranquila, Gise, te espero.

Al enterarme de cuál era su signo en el horóscopo chino, le regalé -con el dolor de mi alma- a Natalia Oreiro mi anillo de la suerte: uno hecho de serpientes enroscadas. Ella dijo que sí, que aceptaba casarse conmigo y a la noche siguiente, la vi en TV durante su concierto en el festival de la cerveza cusqueña. Les miré las manos y ya no lo tenía. Así son todas.

Excepción hecha de Mávila Huertas que alguna vez reveló que, década y media atrás, estuvo perdidamente enamorada del sujeto que escribía estas modestas notitas. Todo iba bien hasta que un día, para mala suerte, alguien cometió la torpeza de enseñarle una foto.
Lo más cerca que he estado de enamorarme sin remedio de una estrellita a la que haya visto en persona: Laura Pausini.

Okey, okey: Laura Pausini y Gael García. Y Juliette Binoche. Y Benicio del Toro. Y Morella Petrozzi. Y el no menos famoso cantante Wayo.

«Me pone un poco nervioso... ¿quién es este tipo?» -secreteó Chayanne con su mánager al percatarse de mi incomprensible pelo azul.

«Te juro por Dios que esa no es mi voz» -me dijo, mirándome a los ojos, José Francisco Crousillat cuando salió el primer audio suyo con Montesinos. Lo mismo le juró, uno por uno, a absolutamente todos los periodistas del canal que formaron cola varias horas en la puerta de su despacho, comiendo triples con gaseosa.

«Hildebrandt me prometió un disc-man si yo le daba una entrevista y no cumplió» -se lamentó amargamente Zaraí Toledo, luego de lo cual fuimos juntos a la tienda Saga Falabella de Piura, donde, por supuesto, Don Pelotudo se lo compró.

«¿Sabes qué cosita? La plata nunca se regala» -me dijo Tula Rodríguez, reemplazando rápidamente por una moneda de a sol el billete de diez que yo había dejado de propina en una mesa del "Ari's Burger" en Iquitos.

«Iré a tu programa el lunes siempre y cuando me pongas en promociones durante todo el fin de semana, eso sí, de 8 a 10, ¿ah?, horario estelar» -demandó Fernando Ampuero, con la graciosa auto-estima que lo caracteriza.

Quise mucho más a Compay Segundo cuando, al ver la mancha que dejó en el sillón en que lo acababa de entrevistar, noté que se le había escapado un poquito de pichi.
Y después de grabar con las imponentes gatitas de Porcel, una inquietante presencia bajo la tanga de una de ellas me dio la certeza de que se trataba, en realidad, de un gatito. O de un gatazo, más bien.

«¿Y por qué hacés tanta joda con eso de que sos trolo?, ¿en serio sos trolo, vos?» -me preguntó Fito Páez durante una pausa comercial.

«Déjame a mí nomás, mi amor, que yo te saco el macho bien rapidito» -me susurró una vez Mónica Adaro en la pista de baile del Kapital de Comas. (Era una cita de trabajo.)

El mayor despliegue de glamour: mientras esperaba en Sao Paulo la llegada del fotógrafo Mario Testino recibí una llamada suya en la que se disculpaba por la tardanza: que ahorita llegaba, que estaba en Río de Janeiro, en la playa, con unos amigos. Antes de que tuviera tiempo de molestarme, su helicóptero aterrizó en la azotea del hotel. «No me vayas a grabar, ya tú sabes cómo es Lima, la gente habla» -me advirtió bajando de la nave con la camisa de seda inflada como un paracaídas, seguido de cerca por tres modelos italianos tremendamente pendientes de su bronceado.

La mayor lección de vida que aprendí jamás de un entrevistado: Frieda Holler me sorprendió revelándome que sonarse los mocos con el pañuelo era una asquerosidad imperdonable. Jamás lo he usado desde entonces.

Hace poco, Pedro Suárez Vértiz admitió en una conversación algo que ya casi parecía una leyenda del rock nacional: que, en sus años mozos, él iba por la vida llevando en el bolsillo una traviesa fotografía que lo mostraba en alegre estado de erección. Como tarjeta de presentación o fotocheck le deparaba grandes satisfacciones, según cuenta.

Eva Ayllón siempre usa una cintita roja en el tobillo. Cuando le pregunté para qué le servía, me dijo: «me protege de la mala onda de la gente». Yo haría bien en comprarme varios metros de cinta roja y vendarme, como mínimo, una pierna.

«Estamos en campaña electoral, cien soles a que vienen» -le aposté a un productor que se mostró escéptico ante la posibilidad de que los distinguidos candidatos al Congreso aceptaran participar en una ridícula competencia que consistía en someterse a las altas velocidades de una electrónica máquina de bailar (a ritmo rave). Gané la apuesta, claro y un flexible y agilito Carlos Bruce se llevó la medalla de oro. Gloria Helfer, la de plata y Fausto Alvarado, la de bronce.

Contra todo pronóstico, Xavier Barrón perdió.

Antes de hacerse conocido, Luis Solari se pasaba la vida llamando al canal para que lo entrevistaran. Nos tenía podridos a todos.

Archienemigos fue el nombre del programa que una vez estuve a punto de coconducir con Álamo Pérez Luna y... Laura Borlini. Y, en otra época, Hernán Garrido Lecca, hoy jefe de campaña aprista, se opuso inexplicablemente a la idea de bautizar Los 3 Chanchitos al programa que tampoco hicimos con él y Pedro Salinas.

La vez que las gemelas Bernaola me dejaron plantado llegué a pensar que la producción de Mónica Zevallos se había confabulado con el gobierno para arrebatármelas. Cuando la transmisión de su programa -en el que aparecían las dichosas conejitas- fue interrumpida a la mala sin ninguna explicación, la producción de Mónica llegó a pensar que yo era el confabulado.
He sido acusado de fujimorista, de aprista y de toledista. Derechista nunca me han dicho. Humalista, tampoco.

«¿Todavía te importa, alma sensible, que vomiten sobre tu nombre?» -me preguntó Rosa María Palacios cuando decliné opinar sobre la libertad de Laura Bozzo.

«Te quiero presentar a una amiga que yo adoro» -dijo Laura Bozzo en el backstage de los premios Billboard del 2002. La "amiga" -que me apapachó amorosamente como si yo fuera un hijo reencontrado- era Celia Cruz.

Alan García le ha contado a sus amigos que si aceptó reunirse conmigo durante su exilio en París fue solamente por el vivo interés que le despertaba conocer en persona a Michelle Alexander, mi productora de entonces, cuyo cinematográfico nombre lo tenía muy intrigado.

Una sola vez me he quedado dormido en televisión. Fue mientras padecía escuchando una interminable y seguramente profunda respuesta de Mercedes Sosa. (Solo le pido a Dios que este infierno acabe de repente.)

«¿Cuántos años tiene usted?» -me preguntó hace mucho tiempo César Hildebrandt, en medio de una entrevista de trabajo cuando buscaba reporteros para su programa La Clave de Canal 13 (para el que no fui contratado). Al oírme responder: «Veinticinco» se agarró la cabeza y exclamó: «¡Veinticinco!, ¡soy un anciano!»

Ricardo Montaner me rogó una noche que le consiguiera el número del celular de Mariella Zanetti. El insospechable 'Tongo' me entregó discretamente una tarjetita con todos los datos de uno de sus bailarines.

Y el contestatario Ricardo Letts se pasó varias semanas llamando al teléfono de nuestra oficina intentando sin éxito que le pasáramos con Andrea Montenegro.

«¿Hasta cuándo vas a seguir siendo tan patéticamente autobiográfico?» -suele preguntarme Nicolás Lúcar.

2 Comments:

At 1:30 p. m., Blogger Llusan said...

ja! ta wenna...
Algo de ivcher, hubiese quedado bien :P

 
At 9:49 p. m., Anonymous Anónimo said...

Wina comparito, cuéntate una bien chancha de Jessica Tapia, cuantos del 5 se la chifaron?

Toda la mala suerte para ti, ya que no tienes buena..

 

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